5 consejos para ser un diseñador más feliz

Jimena Catalina
Piensa en pixels
Published in
4 min readMar 1, 2009

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En el día a día del trabajo surgen situaciones que a veces nos hacen arrepentirnos de nuestra profesión e incluso provocan que sigamos enfadados cuando termina la jornada laboral: diseños rechazados, cambios estúpidos, proyectos aburridos, etc. Estos 5 consejos pretenden hacerte la vida de diseñador un poco más fácil y evitar esos pequeños disgustos diarios que te van quemando poco a poco.

No presentes un diseño terminado al 100%

Muestra al cliente un boceto antes de enseñarle un diseño completamente terminado siempre que puedas. Si le enseñas el diseño final hay muchas probabilidades de que los detalles no le dejen apreciar el total del conjunto, seguramente no le gustará la foto escogida, o el color secundario, o la organización de los contenidos… No será capaz de imaginarse el diseño cambiando los detalles que no le gustan, te tirará la propuesta al completo. El problema es que el cliente no ha participado en el proceso del diseño y por tanto no se siente implicado, no siente el resultado final como suyo.

Haz que el cliente se implique. Enséñale un boceto, un wireframe, explícale como va a ser el diseño final, véndele la idea y deja que haga sus propias sugerencias. Puede que al final el diseño no acabe siendo totalmente como tú lo habías imaginado, pero el cliente lo sentirá como suyo y estará realmente satisfecho con él.

Escoge los cambios que te van a pedir

No siempre puedes mostrar un boceto al cliente, la mayoría de las veces tienes un par de días para hacer un diseño y necesitas presentar algo terminado. Lo más normal es que el cliente pida cambios sobre el diseño que le presentes, algunas veces para sentir que ha colaborado en algo del proceso como he comentado en el punto anterior, otras por una extraña necesidad de justificar su puesto. Un compañero de trabajo lo definió hace tiempo con la frase perfecta:

“ya sabes que el cliente siempre tiene que echar su meadita”

Como a los clientes los carga el demonio lo más probable es que “su meadita” te obligue a modificar los detalles que más te gustan y en los que más has trabajado. Pero la situación no queda totalmente fuera de tu control sino que puedes influir en los cambios que te van a pedir. Deja algunos puntos de tu diseño sin pulir, una foto con una pose demasiado forzada, un módulo con un color que no termina de encajar, un botón demasiado llamativo o una llamada a la acción poco destacada, etc. El cliente se centrará en esos aspectos que evidentemente tienen que ser mejorados y lo más seguro es que deje en paz el resto de elementos (pero no te pases o rechazarán el diseño al completo). ¿Funciona? No siempre pero sí en la mayoría de las ocasiones, es una técnica a la que se le coge el tranquillo con la práctica.

Diseña teniendo en cuenta los puntos débiles

Todos hemos tenido que hacer algún diseño partiendo de un logo o un producto realmente horrible. La primera reacción es hacerlos realmente pequeños y marginarlos en alguna esquina de la maqueta con la esperanza de que pasen desapercibidos. Nunca funciona, el cliente siempre te va a pedir que lo hagas MÁS grande. Y además con razón, si te han encargado una web es para vender su producto no para vender tu diseño.

Tu trabajo como diseñador gráfico es resolver problemas. Si el logo es feo y lo haces minúsculo no resuelves el problema, sólo lo enmascaras en parte. Si tu diseño sólo funciona mientras el logo sea pequeño estás trabajando para ti mismo y no para el cliente. Empieza tu diseño con el logo/producto bien grande, tómalo como un reto. Puede que no sea el proyecto estrella de tu portfolio pero el diseño final será mucho mejor que si optas por esconder ciertos elementos y al final el cliente te pide aumentarlos.

No te tomes tu trabajo demasiado en serio

Conozco diseñadores a los que se les llevan los demonios cada vez que les piden cambios estúpidos. Todos intentamos hacer bien nuestro trabajo y nos duele cuando se cuestionan algunas de nuestra decisiones pero hay que disgustarse en su justa medida. Me refiero a que nuestra profesión tampoco es que vaya a salvar el mundo, la mayoría de nosotros al final diseñamos para que se vendan más coches, refrescos, detergentes, hipotecas…

Escoge bien en que batallas debes pelear, cuando merece la pena dar todos tus argumentos para defender un diseño y cuando debes respirar hondo, hacer los cambios sin darle mucha importancia, e irte a tu casa a disfrutar de la tarde sin cabrearte porque “el cliente XXX quiere el diseño naranja en vez de azul”. No dejes que los cambios estúpidos te impidan disfrutar de esta profesión, demasiada gente se quema muy rápido en este mundillo.

Tómate tu trabajo en serio

Vaya, que contradicción ¿no? :D

No esperes al “proyecto soñado” para darlo todo. Parece que siempre estamos esperando al proyecto perfecto para el cliente perfecto para demostrar de lo que realmente somos capaces. Lo más probable es que ese proyecto nunca llegue, dudo incluso que exista. Hazlo lo mejor que puedas para el proyecto en el que estés trabajando en cada momento, no caigas en la desidia de “acabemos esto cuanto antes, cuando diseñe algo para Nike haré algo realmente bueno”. Puede que no tengas trabajos brillantes en tu portfolio pero tendrás la satisfacción personal de haberlo hecho siempre lo mejor posible.

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