Recetas de rechupete: luces y sombras de un proyecto personal

Jimena Catalina
Piensa en pixels
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3 min readMar 18, 2014

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Hace tiempo escribí sobre las ventajas de desarrollar proyectos personales fuera del trabajo. Y seis años más tarde, mi pareja dejó su trabajo fijo para dedicarse 100% a un proyecto personal que iniciamos poco después de escribir aquel artículo: Recetas de rechupete. A pesar de los tiempos que corren apostamos en aquel momento por una actividad que nos iba a aportar calidad de vida y más ganas de levantarnos cuando sonara el despertador por las mañanas.

Pero no estoy escribiendo para vender las bondades de Recetas de rechupete, sino para compartir desde la experiencia lo que han supuesto para mí estos años de mantener un proyecto personal.

En positivo

Ahora sé bastante más de temas relacionados con el sector en el que trabajo, y no simplemente por leer artículos sino desde la práctica. Recetas de rechupete me ha permitido probar cosas con las que no puedo “jugar” en la agencia cuando diseño para un cliente. A base de prueba y error en estos años he aprendido a:

  • Crear temas de Wordpress y saber cómo funciona al dedillo.
  • Maquetar para móviles (en 2010, cuando aún mucha gente dudaba del boom de la web móvil).
  • Posicionar en buscadores, aplicar microformatos, rich snippets.
  • Analizar estadísticas, aprender sobre nuestros usuarios, conocer los patrones temporales de visitas propios de las webs de recetas.
  • Lidiar con Google Adsense y el marketing de afiliación. Hacer tests A/B de formatos y ubicaciones para maximizar ingresos.
  • Optimizar tiempos de carga de una página para reducir el tiempo de espera de los usuarios.
  • Hacer ebooks y experimentar el farragoso mundo de la autopublicación.
  • Gestionar redes sociales y sus/nuestras crisis.
  • Entender algunos términos sobre servidores y alojamiento. Qué son, cuánto cuestan y que rendimiento puedo esperar de servidores compartidos, VPS, dedicados, cloud hosting…

No podría competir con un profesional en ninguna de estas áreas, pero creo firmemente que todas estas cosas me ayudan a ser mejor diseñadora y a entender el trabajo de los equipos con los que colaboro al desarrollar un proyecto.

En negativo

En el lado menos bonito, los momentos que me han dado ganas de mandar todo a la mierda:

  • Esas horas frente al ordenador cuando, al volver del curro o en fin de semana, estaba cansada y no me apetecía dedicarme al blog pero tenía que hacerlo.
  • La sensación de pánico cuando “rompía” algo y no sabía qué había hecho mal ni cómo arreglarlo.
  • Las horas gastadas en intentar añadir una funcionalidad que al final no logré implementar por no tener conocimientos suficientes.
  • Leer los comentarios de trolls (y no tan trolls) en redes sociales, que despotrican y montan pollos por las razones más absurdas.
  • El estómago encogido cuando se cae el servidor durante varios días y no sabes ni porqué ni puedes resolverlo.
  • Alguna bronca de pareja por diferencias respecto a cómo gestionar el blog.
  • El profundo aburrimiento cuando hay temporadas en las que todas tus conversaciones se reducen al mundo de las recetas y los blogs.

¿Ha merecido la pena? En este caso es evidente que sí, pero sigo creyendo que la razones para empezar un proyecto personal no deben incluir el esperar tener éxito. No siempre suena la flauta y otros proyectos que he iniciado han acabado en nada, aunque igualmente he aprendido y disfrutado con todos ellos.

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